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Jul

2025

Ser mestizo es una realidad, y también una narrativa. Puede ser promovida, estimulada y asimilada. No es malo buscar vínculos que unan a las personas en proyectos comunes, pero el sentido común debe ir por delante.

Por Alberto Requena. 30 julio, 2025. Publicado en El Peruano el 26 de julio de 2025.

En el 2017, el INEI incorporó una nueva pregunta en uno de los censos. Versaba sobre lo que se denominó “autoidentificación étnica”, es decir, la percepción que se tiene de uno mismo, de acuerdo con las costumbres, tradiciones y orígenes basados en lo étnico. En pocas palabras, si se sentían blancos, negros, cholos o mestizos, para simplificar el espectro. La iniciativa generó polémica (o curiosidad) entre los académicos, medios de comunicación y, claro está, las redes sociales. Al menos dos temas saltaron a la vista: 1) ¿por qué era necesario recoger una valoración de ese tipo? y 2) ¿las categorías escogidas tenían algún fin “entre líneas” mayor al del estadístico?

Los resultados fueron interesantes. De los más de 23 millones de peruanos que respondieron, el 60.2% se identificó como mestizo; el 22.3% como quechua; el 5.9% como blanco; el 3.6% como negro (moreno, zambo, mulato o afrodescendiente), el 2.4% como aimara, el 1.1% como nativo o miembro de un pueblo originario y un 1.2% eligió la categoría “otro”. Y 3.3% estuvo entre los que “no saben / no opinan”.

Estas cifras deben invitarnos a reflexionar sobre aspectos que pueden pasar desapercibidos. Por un lado, hay categorías variadas en las alternativas de la pregunta. Así, no es lo mismo ser mestizo que blanco, negro o –en su defecto– quechua o aimara. Mestizo es una categoría que supera lo racial. La gastronomía puede ser mestiza también, usa ingredientes de uno u otro lugar, al igual que las técnicas culinarias. Por su lado, quechua o aimara poseen una raigambre lingüística: quien se define así es versado en alguno de esos idiomas. También se denota una procedencia y ubicación regional; en este caso, el centro y sur del país. En cambio, blanco y negro son categorías que más se acercan a la concepción del fenotipo. Ser de una u otra categoría equivale a distinguir ciertos elementos físico-anatómicos que identifican a quienes son de esos grupos.

Por otro lado, la pregunta de “autopercepción” se realizó de la siguiente forma: “Por sus costumbres y antepasados: ¿usted se siente o considera?”. Lejos de querer reformular o brindar una mejor versión de esta, se necesita pensar en la intención. En este caso se quiso “invitar” a los encuestados a definirse en términos étnico-culturales. Esto –a priori– no es bueno ni malo; sin embargo, la necesidad de querer responder a algo puede llevar a escenarios interesantes. Por ejemplo, puede que alguien haya decidido marcar mestizo, aunque se sienta blanco, solo para evitar confrontación o una situación incómoda. O que alguien se haya definido como quechua o aimara en oposición a una idea de centralismo capitalino. Para el primero, la respuesta lo ponía en un espacio no confrontacional; en el segundo, se ubicaba en un ámbito reivindicativo.

Asimismo, los resultados deben llamar a la comprensión más que a sacar conclusiones adelantadas. Es decir, si tenemos una cantidad de peruanos que se sienten o entienden de una u otra forma (culturalmente hablando), debemos preguntarnos: ¿hacia dónde debe llevarnos ello? Las respuestas que arrojó el censo 2017 invitan a análisis más severos. Algunas preguntas por realizar podrían ser: ¿es el mestizaje una realidad o una ficción? Es decir, cuando un peruano se dice mestizo, ¿lo cree realmente?, ¿qué significa ser mestizo?, ¿esta categoría puede/debe ser un elemento identitario en el Perú? Algunas de estas preguntas deben ser acompañadas de los demás resultados. De momento, solo he querido centrarme en la respuesta mayoritaria.

Es necesario recordar que la caracterización racial, étnica o social de un país es algo común en las estadísticas nacionales. De hecho, durante el Virreinato, se realizaron las llamadas “pinturas de castas”, que eran representaciones pictóricas basadas en la realidad social. Los artistas, por medio de una clasificación establecida, representaban una serie de castas o grupos raciales con sus características fenotípicas y culturales. Así, en ellas se podían observar a “españoles”, “mestizos”, “indios”, “mulatos”, “zambos”, “castizos”, “tente en el aire”, “no te entiendo” y “torna atrás”, por citar algunos de las decenas de variantes que podían registrar.

Al fin de cuentas, siempre debe tenerse en claro que las atribuciones que una persona haga de sí misma son importantes y no deben ser instrumentalizadas. Alguien es lo que es por ser persona y no solo por sus accidentes. La dignidad de cada individuo debe prevalecer frente a los intentos de confrontación, animadversión y encono a los que se puede llegar si comenzamos a promover diferenciaciones arbitrarias. Ser mestizo es una realidad, pero también una narrativa. Es decir, puede ser promovida, estimulada y asimilada. No tiene nada de malo buscar vínculos que unan a las personas en proyectos comunes. Claro está, siempre con el sentido común por delante.

 

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